Tejidos

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Aun así y por más que lo hagan, siempre se rompe de por medio una distancia insalvable, donde solo coge la admiración, el oidio y el deseo. Poco importa luego si primero vino uno, el otro, o todos a una misma vez: la tragedia ya está allí. En el aire. En el respirar que convencido trata de comprender, de dar una respuesta, y luego otra, y luego otra, y antes esta, y primero, y después...
La tragedia se hace carne.
Sus manos mojan una imaginación ardiente en la figura intangible del ser. Moribundo de pasiones, silencioso, reflexivo, espejado en sí mismo, en su autoafirmación precisa y complaciente del mundo. Se tornan su cuerpo y su consciencia en un actor enfermado de si mismo y del querer.
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