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Mostrando entradas de junio, 2019

SECUENCIA 18

(...)MERCHE se acerca a la cama. Entra con sigilo. Fernando, entre sueños, nota su olor y su silencio, y aun con los ojos cerrados, se vuelve hacia ella. La línea suave, de su piel suave, con la luz suave de la ventana, insinúa sus caderas, desnudas en las sábana de hilos de algodón y lino, que sofocan las noches más duras del intenso verano. Y su mano, la de Fernando, el desvelado, se aventura con sigilo para cerciorar la suavidad nivea de sus caderas: las de ella, la que vuelve tarde a casa y le da la espalda intentando dormir. Merche viene del ruido y necesita silencio. Fernando, morando las palabras mudas de Merche, busca arrancarle algún suspiro arrastrando los labios por su nuca. Él necesita el ruido del que ella trata de escapar. Y la besa. Ella se estremece. (...)

Tejidos

(...) Aun así y por más que lo hagan, siempre se rompe de por medio una distancia insalvable, donde solo coge la admiración, el oidio y el deseo. Poco importa luego si primero vino uno, el otro, o todos a una misma vez: la tragedia ya está allí. En el aire. En el respirar que convencido trata de comprender, de dar una respuesta, y luego otra, y luego otra, y antes esta, y primero, y después... La tragedia se hace carne. Sus manos mojan una imaginación ardiente en la figura intangible del ser. Moribundo de pasiones, silencioso, reflexivo, espejado en sí mismo, en su autoafirmación precisa y complaciente del mundo. Se tornan su cuerpo y su consciencia en un actor enfermado de si mismo y del querer. (...)