5. segundo invierno. Barcelona 2018
Sí Madrid, fuimos penitentes.
Cirios en su espiga.
Y pasábamos la tarde de agosto sentados en los taburetes de un bar de Tirso de Molina.
Los cristales en la temprana tarde nos miraban, guardando el tintineo de la furia del asfalto que prendía tras ellos.
Tín, tín, tín. Unas monedas en la máquina de tabaco sonaban como una nana cantada por algún transeúnte.
Sí Madrid, fuimos penitentes.
Éramos el frío de agosto y la serenidad en la ciudad.
El cine abría a la cinco de la tarde. Una butaca en la última fila. Esperando un beso, una promesa, y el amor del para siempre, que en él siempre, había de fracasar.
Del primer escrito en Madrid, verano de 2014
Al segundo escrito, éste, en Barcelona, en el invierno de 2019, en la cafetería de enfrente de mi casa, porque venía de estudiar y me había dejado las llaves.
Ántes de esto, en el cuaderno: una poesía.
Después, una teoría sobre las llamas que queman las líneas de código
Cirios en su espiga.
Y pasábamos la tarde de agosto sentados en los taburetes de un bar de Tirso de Molina.
Los cristales en la temprana tarde nos miraban, guardando el tintineo de la furia del asfalto que prendía tras ellos.
Tín, tín, tín. Unas monedas en la máquina de tabaco sonaban como una nana cantada por algún transeúnte.
Sí Madrid, fuimos penitentes.
Éramos el frío de agosto y la serenidad en la ciudad.
El cine abría a la cinco de la tarde. Una butaca en la última fila. Esperando un beso, una promesa, y el amor del para siempre, que en él siempre, había de fracasar.
Del primer escrito en Madrid, verano de 2014
Al segundo escrito, éste, en Barcelona, en el invierno de 2019, en la cafetería de enfrente de mi casa, porque venía de estudiar y me había dejado las llaves.
Ántes de esto, en el cuaderno: una poesía.
Después, una teoría sobre las llamas que queman las líneas de código
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